La sociedad, el gobierno, la legislación, deben procurar que la calidad de vida de las personas con discapacidad sea una realidad, y para ello es importante que haya una renta mínima que les permita vivir dignamente y que pueden por tanto tener la calidad de vida de cualquier otra persona de la sociedad, en lo que llamamos la sociedad de bienestar.
Las personas con discapacidad tienen que hacer en muchas ocasiones un sobreesfuerzo económico debido precisamente a la adaptación que en muchas ocasiones se tienen que hacer debido a algún tipo de discapacidad.
Estas personas tienen que ser atendidas como una unidad familiar independiente para que así puedan percibir la renta mínima para que puedan llevar una calidad de vida digna. Tienen que tener una renta mínima para que las personas con discapacidad puedan llevar una vida independiente, un hogar, y puedan cubrir sus gastos, sin renta mínima eso no es posible, unos ingresos mínimos garantizados, un trabajo digno y justamente remunerado.
Que el empleo pueda ser complementado con ciertas prestaciones sociales, que no se les obligue a elegir entre la ayuda o el trabajo, lo que puede crear una desmotivación laboral, porque ¿para qué? Sin hay una paga, es fundamental el incentivo y la motivación, para fomentar la inserción laboral.
Se debe buscar más la inserción laboral en la empresa ordinaria más que el empleo protegido de los Centros Especiales de Empleo que es muy limitado en cuanto a cualificación y remuneración.
En ocasiones no tener el apoyo necesario supone tener que renunciar a algún trabajo, bien de algún familiar o de la propia persona con discapacidad, especialmente en los casos más graves.
Esto también implica que se vean perjudicadas las relaciones sociales, por eso la integración debe ser en todos los ámbitos de la vida para que realmente se pueda alcanzar una buena calidad de vida.
Javier Abad Chismol