Es cierto que poco a poco se va consiguiendo que las personas con discapacidad estén cada día más introducidas en el mundo laboral, que algunos, un 15 % ya consiguen tener una formación académica importante, también que los que están trabajando muchos de ellos son por discapacidad física, más difícil lo tienen las personas con discapacidad intelectual.
Es verdad que se está haciendo un gran esfuerzo, y también se ha avanzado mucho en integración, pero aún queda mucho camino por hacer, sobre todo en lo referente a la implicación general de la sociedad, cambiando en lo posible la forma de trabajo con este colectivo. Durante mucho tiempo se ha atendido a las personas con discapacidad en educación especial, desde la enseñanza, desde centros ocupacionales, desde centros especiales de empleo, y que también se han desempeñado un papel importante, pero tenemos que aprender a mirar mucho más allá, pasar de atención, de la protección, de la exclusividad, a la integración real, en entornos ordinarios. Se ha avanzado mucho, pero aun queda un gran camino por hacer si realmente queremos una sociedad inclusiva, con dos pilares fundamentales para el desarrollo de las personas, la educación y la vida laboral, porque son el motor para luego poder avanzar en todos los campos personales y por tanto un mayor grado de autonomía.
A pesar de la implicación institucional y del reconocimiento por parte de muchos sectores la inclusión socio-laboral de la personas con discapacidad en España sigue siendo muy baja.
En concreto, en 2016 la tasa de actividad de las personas con discapacidad de 16 a 64 años se situaba en el 35,2% (frente al 75,4% en el conjunto de la población), y la tasa de empleo (el porcentaje de personas con discapacidad ocupadas sobre el total de personas con discapacidad en ese rango de edad) en el 25,1% (frente al 60,5% en el conjunto de la población).
Se hace hincapié en que una vez que las personas con discapacidad se incorporan al mercado de trabajo, su ocupación se concentra en trabajos a tiempo parcial y, en general, peor remunerados que los de las personas sin discapacidad, es decir, que el puesto laboral es en ocasiones bastante precario.
También en ocasiones a cierto grado de analfabetismo en este sector de la población, por ello hay que apostar por la educación y la formación. No olvidemos que la falta de formación lleva a la pobreza y en consecuencia a la marginación social. En torno al 30% de esas personas se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social, cinco puntos por encima del porcentaje correspondiente a la población total.
Javier Abad Chismol