No queremos la nueva creación de centros escolares especiales para personas con discapacidad, queremos los apoyos necesarios para que se puedan integrar en una escuela ordinaria, para que pueda ser un niño o una niña más, para que todos, padres, alumnos, profesorado, personal no docente, conozcan de cerca y de primera mano lo que significa la escuela inclusiva y por lo tanto para el futuro de esos niños una sociedad abierta, tolerante y que respeta la diferencia por discapacidad.
Recientemente y para sorpresa veía un anuncio que pedía fondos para crear una escuela especial para niños con discapacidad, porque eran distintos. Bajo mi punto de vista esto va en contra de la integración, y acentúa las barreras para un futuro integrador. No tengo ninguna duda que los que defienden la educación especial fuera de los centros ordinarios, tengan un criterio positivo, y que seguramente buscaran lo mejor para esos niños, pero que sería mucho más positivo que pudieran vivir en entornos normalizados, en donde toda la comunidad educativa fuera el apoyo de los alumnos con necesidades especiales.
Es evidente que si las instituciones educativas no ponen los medios para los apoyos del alumnado, porque se puede crear un conflicto en el aula y el profesorado se puede ver desbordado en algunas situaciones porque tiene muchos más alumnos. Por lo tanto, no se trata tan solo de llenarse la boca hablando de integración, habrá que proveer los recursos económicos y humanos para que se pueda desempeñar esta tarea con garantías de éxito.
Por desgracia este tipo de alumnado es uno de los segmentos escolares más expuestos a tratos inadecuados, muchas veces por desconocimiento, y si no se hace un buen seguimiento y apoyo, estos niños pueden sufrir acoso o abusos, por lo tanto no es educar solo al alumnos con discapacidad, es educar a todos los demás niños a valorar la diferencia y no potenciar en ningún momento el acoso o la marginación. En este campo el profesor y algunos alumnos tienen que hacer de observadores para que no se produzca ninguna situación de injusticia o de marginación.
Tiene que potenciarse una convivencia pacífica, en colaboración y en armonía, para que de verdad sea una sociedad educativa integradora y tolerante.
Es bien cierto que no es solo un problema de la integración de personas con discapacidad, sino también en todo el alumnado, con una falta de respeto en ocasiones, el acoso al débil, al diferente, y esto debe partir de una educación integral en valores, algo que carece mucho nuestro sistema educativo, que en nombre de un exceso de permisividad se puede convertir en una comunidad tiránica, en donde como suele ocurrir siempre salen perjudicados los más débiles.
Ante un panorama educativo tan complicado, el profesorado no quiere más complicaciones que las que ya tiene, y por eso le cuesta asumir un alumnado con discapacidad, algo que hasta cierto punto es comprensible.
Apostemos por una convivencia escolar positiva en donde todos nos sintamos parte y construyamos desde la base una sociedad abierta y tolerante en donde la diferencia no sea un obstáculo.
Javier Abad Chismol