Son muchas las personas en el mundo que sufren algún tipo de discapacidad, viene a ser una de cada siete, de ellas 785 y 975 millones de personas están en edad laboral.
Es bien cierto que se ha avanzado mucho en la inserción de las personas con discapacidad, y que muchos de ellos han podido normalizar su vida, aun así, es un grupo que suele tener que enfrentarse a situaciones de desempleo y por lo tanto de pobreza.
Ante el reto de nuestra sociedad nos cabe reflexionar sobre qué tipo de solucionar queremos ofrecer a estas personas, dependiendo del país, de la riqueza y la mentalidad podemos optar ante uno otro planteamiento. Desde luego en los países más pobres se generan situaciones de pobreza y de mendicidad. En los países más ricos se barajan varias posibilidades, dos posturas que no tienen que estar enfrentadas, por un lado el asistencialismo y por otro la integración.
Hay que conseguir que las personas con discapacidad tengan un trabajo decente que les permita desarrollarse en igualdad de oportunidades, además en la medida que sea posible en empresas ordinarias, no empresas creadas en exclusiva para personas con discapacidad. En cierto tipo de empresas los salarios son muy bajos y el nivel de inserción queda reducido, además reciben ayudas y se convierten en competencia desleal para algunos sectores.
Con el empleo se puede llegar a una integración real en la sociedad, se incluye a la persona como uno más y por lo tanto puede desarrollarse en todos los ámbitos de la vida. Hay que basarse en los principios de igualdad de oportunidades e igualdad de trato, y procurando su integración y fomentando la participación en actividades comunitarias.
Cada vez se hace más hincapié en el principio de la no discriminación, para que se cumpla la Convención de las Naciones Unidas. Hay que procurar sensibilizar a la sociedad de la inclusión y en este tema todos formamos parte y debemos implicarnos.
Javier Abad Chismol