La persona con discapacidad intelectual hay que verla desde una perspectiva multidimensional del individuo, para poder ver los diferentes aspectos de la persona, porque no se puede generalizar o solo mirar un aspecto, tales aspectos como; el psicológico, el emocional, los físicos y los que tienen que ver con la salud.
Por supuesto no olvidarse del ambiente en donde la persona con discapacidad vive, su entorno, su quehacer diario, donde se desarrolla, su familia y también las inquietudes propias de la persona.
Ver también cuales son las limitaciones que tiene, pero también las capacidades que se tiene, y cuáles son los apoyos necesarios que va ir necesitando con el paso del tiempo, de esta manera la persona con discapacidad puede obtener resultados personales satisfactorios que repercutirá de una manera directa en su calidad de vida.
Para ello se tiene que hacer un diagnóstico concreto de la persona, de sus limitaciones y sus capacidades, luego clasificar y planificar los apoyos que serán necesarios para alcanzar los objetivos que se hayan marcado para llegar a resultados personales de éxito.
Se tiene que hacer un análisis de las habilidades sociales y de adaptación de las personas con discapacidad intelectual, para ver también que posibles problemas de comportamiento o de adaptación social se pueden tener, para ello hay que trabajar en una metodología basada en la intervención centrada en la persona y así se pueden poner pautas para el desarrollo correcto del proceso de integración de las personas con discapacidad.
En definitiva se trata de contar con la persona en todas sus dimensiones, si esto lo tenemos en cuenta, la integración de la persona con discapacidad será más real, buscando un equilibrio, sabiendo desde el principio a donde queremos llegar, que es la normalización en todos los ámbitos de la vida, lo que nos llevará a un aumento de la calidad de vida, no solo de la persona concreta, sino también de todos los que están en su entorno.
Javier Abad Chismol